No dejé de acompañar al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, en ninguna de las campañas que hizo, excepto en la de Tabuk, aparte de haberme quedado atrás en la campaña de Badr por la que no se recriminó a nadie que no la hiciera.

No dejé de acompañar al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, en ninguna de las campañas que hizo, excepto en la de Tabuk, aparte de haberme quedado atrás en la campaña de Badr por la que no se recriminó a nadie que no la hiciera.

Narró de Abdull-lah Ibn Kaab Ibn Málik, quien guiaba a su padre Kaab cuando este último se volvió ciego: “Oí a Kaab Ibn Málik, Al-lah esté complacido con él, en su hadiz de cuando se quedó atrás y no acompañó al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, en la batalla de Tabuk. Dijo Kaab: ‘No dejé de acompañar al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, en ninguna de las campañas que hizo, excepto en la de Tabuk, aparte de haberme quedado atrás en la campaña de Badr por la que no se recriminó a nadie que no la hiciera. Y en la que salieron el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, y los musulmanes al encuentro de la caravana de los Quraishitas, y Al-lah quiso que se enfrentaran al enemigo sin previo acuerdo. Sin embargo, estuve presente con el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, en la noche de Aqaba, cuando le dimos nuestro bayá (promesa de lealtad). Y no me gustaría cambiar ese día por el de Badr, aunque para la gente sea este último más recordado. En cuanto a haberme quedado atrás en la campaña de Tabuk, puedo decir que nunca había estado tan fuerte y por Al-lah, que antes de ese día, nunca había preparado dos monturas como las que preparé para esa campaña. Era costumbre del Profeta, Al-lah le bendiga y le dé paz, no mencionar la campaña que quería hacer, con excepción de la de Tabuk por su extremada dificultad. Esa campaña la preparó el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, para realizar un largo y penoso viaje, en el que habrían de soportar un fuerte calor. Se enfrentarían a un gran número de enemigos. Les dijo a todos cómo sería la campaña de dura para que hicieran los preparativos necesarios y se pertrecharan debidamente. Por otro lado, el momento era propicio para escabullirse al no haber registro de hombres en libro alguno. La campaña la realizó el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, en el momento en que los frutos estaban en su punto y cuando la vegetación era más frondosa. Y esto me atraía en gran manera. Se preparó el Mensajero de Al-lah y los musulmanes también se prepararon con él. Yo me levanté temprano para prepararme con él, pero me volví sin hacer nada. Pues, me dije a mí mismo: ¡Puedo hacerlo en cualquier momento! Continué con este planteamiento mientras que todos los demás ya se habían levantado y preparado para la marcha. Así que partieron con rapidez y ya se habían adelantado hacia la campaña, cuando pensé montar y darles alcance. ¡Ojalá lo hubiera hecho! Después no me fue posible. Pues, pensé que si salía al encuentro de la gente, después de la salida del Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, me entristecería el hecho de que no viera a otro en mi misma situación más que por hipocresía o incapacidad. No preguntó por mí el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, hasta que llegó a Tabuk. Y estando sentado con la gente preguntó: ‘¿Qué ha sido de Kaab Ibn Málik?’ Le contestó un hombre de Banu Sálama, diciéndole: ‘¡Oh Mensajero de Al-lah, le ha retenido su vanidad y engreimiento!’ Inmediatamente, replicó Muádh Ibn Yábal, Al-lah esté complacido con él: ‘¡Mala cosa, lo que has dicho! ¡Por Al-lah, oh Mensajero, que no conocemos de él nada que no sea bueno!’ Al oír esto, el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, se calló y no dijo nada. En ese momento apareció la mancha blanca de un caminante en la lejanía y dijo el Profeta, Al-lah le bendiga y le dé paz: ‘¡Abuljaizam!’ Y efectivamente era él, del cual se mofaron los hipócritas por dar como sádaqa un puñado de grano solamente. Continuó Kaab: Cuando me llegaron noticias de que el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, había salido de Tabuk en caravana y se dirigía hacia aquí, me intranquilicé. Empecé a pensar en la mentira que le diría para escapar a su enojo. Hasta pedí ayuda a la gente de opinión, de entre mi familia, para encontrar un argumento válido. Cuando dijeron que el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, se encontraba cerca y su llegada era inminente, se desvaneció mi falsedad y supe que jamás tendría éxito alguno en ella. Así que, resolví decir la verdad. Llegó el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, a Medina y siempre que venía empezaba por la mezquita. Rezó dos rakas en ella para después sentarse con la gente. Una vez sentado en la mezquita se acercaron a presentar sus excusas y a jurar al Profeta, Al-lah le bendiga y le dé paz, los que se quedaron atrás y estuvieron ausentes en la campaña. Fueron ochenta y tantos hombres y les aceptó las excusas aparentes, fiándose de ellos. Pidió el perdón para ellos y encomendó sus secretos a Al-lah. A continuación llegué yo y se sonrió con una sonrisa airada. Después dijo: ‘¡Ven!’ Me acerqué andando hasta sentarme frente a él y me preguntó: ‘¿Qué te ha impedido ausentarte. Es que no te habías comprado tu camello?’ Le dije: ‘¡Oh Mensajero de Al-lah! Por Al-lah que si hubiera seguido a cualquier otro hombre de este mundo, me habría excusado con él. Sin embargo, no estoy dispuesto a mentir con argumentos falsos, sino a decirte la verdad aunque te enojes por ello. Y afrontaré las consecuencias que se deriven, deseando que Al-lah, Poderoso y Majestuoso, acepte mi arrepentimiento. ¡Por Al-lah, que no hay excusa para mí, de ninguna clase! ¡Por Al-lah, que nunca había estado tan fuerte y tan preparado como para esta campaña!’ Y dijo el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz: ‘¡De momento, esta es la verdad y ahora veremos qué dictamina Al-lah en tu caso!’ Después me siguieron unos hombres de Banu Sálama y me dijeron: ‘¡Por Al-lah, que no te habíamos visto falta alguna anterior a esta. Y has sido incapaz de excusarte ante el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, como lo han hecho los demás. Si lo hubieras hecho te bastaría que el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, pidiera el perdón para ti!’ Por Al-lah, que no cesaron de hacerme reproches, hasta tal punto que pensé volver al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, y desmentirle lo que le dije. Después les pregunté: ‘¿Hay alguien más como yo?’ Dijeron: ‘¡Sí, hay dos hombres más que dijeron lo mismo que tú y les ha dicho el Profeta, Al-lah le bendiga y le dé paz, lo mismo que a ti!’ Pregunté: ‘¿Quiénes son?’ Dijeron: ‘Murara Ibn Rabía Al Amrí y Hilal Ibn Umeya Al Waqifí. ’ Dijo Kaab: ‘Me mencionaron dos hombres rectos y ejemplares que estuvieron presentes en la batalla de Badr. ’ Y el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, prohibió que nos hablaran sólo a los tres de entre todos los que se ausentaron de la campaña de Tabuk sin excusa aparente. La gente se alejó de nosotros y todos cambiaron hasta tal punto que cambió para mí la Tierra. Pues ya no era la misma que yo conocía. Permanecimos así cincuenta noches. En cuanto a mis dos compañeros, fueron a recluirse en sus casas humillados y llorando. Y en cuanto a mí, yo era el más joven de todos y el más fuerte. Salía para hacer la oración con los musulmanes y para dar vueltas por los mercados, pero nadie me hablaba. Solía ir a la reunión que tenía el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, después de la oración y lo saludaba. Y me preguntaba a mí mismo: ‘¿Habrá movido sus labios para devolverme el saludo o no?’ Después, rezaba cerca de él y le robaba la mirada. Cuando yo estaba en oración, me miraba. Y si me volvía hacia él, me esquivaba. Pasó el tiempo y los musulmanes me rehuían. Fui, pues, andando y salté el muro de la huerta de Abu Qatada; era hijo de mi tío y el más querido para mí de todos. Lo saludé y por Al-lah que no me devolvió el saludo. Después le dije: ‘¿Abu Qatada, te pregunto por Al-lah, tú ves que yo quiera a Al-lah y a su Mensajero, Al-lah le bendiga y le dé paz?’ Se calló y le volví a preguntar lo mismo. Se calló de nuevo y volví a insistir en la misma pregunta. Finalmente contestó: ‘¡Al-lah y su Mensajero saben más!’ Mis ojos se cubrieron de lágrimas y me marché por donde había venido, volviendo a saltar el muro. Cierto día, caminaba yo por el zoco de Medina, cuando un campesino procedente de Sham, de los que vienen a vender alimentos, decía en voz alta: ‘¿Quién me indica dónde está Kaab Ibn Málik?’ La gente le empezó a señalar hacia mí hasta que me vio y me entregó una carta del rey de Gassán. Conocía yo la escritura y leí: ‘¡Ha llegado hasta nosotros que tu dueño te ha desdeñado. Te invitamos, pues, a que compartas con nosotros la casa en la que te honraremos y aliviaremos de ese modo tu aflicción!’ Cuando la leí, dije: ‘¡Esta es otra prueba más!’ Me dirigí después hacia el horno de pan, lo encendí y arrojé la carta para que se quemara. Habían pasado ya cuarenta de los cincuenta días, cuando aún no había descendido la revelación sobre el asunto. Después vino un hombre y dijo: ‘¡El Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, te ordena que te apartes de tu mujer!’ Le pregunté: ‘¿La divorcio o qué hago?’ Dijo: ‘¡No, sólo que no tengas relaciones conyugales con ella!’ Envió a decir lo mismo a mis dos compañeros y yo le dije a mi mujer: ‘¡Ve con tu familia y estás con ella hasta que Al-lah dictamine en este asunto!’ Acudió la mujer de Hilal Ibn Umeya al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, y le dijo: ‘¡Oh Mensajero de Al-lah, verdaderamente, Hilal Ibn Umeya es un pobre viejo que no tiene criado! ¿Desaprobarías que le sirviera y le atendiera?’ Dijo: ‘¡No, pero que no cohabite contigo!’ Dijo ella: ‘¡Por Al-lah, que no tiene ganas ni de moverse! ¡Y por Al-lah, que no ha dejado de llorar desde el comienzo de su asunto hasta hoy!’ Alguien de mi familia me aconsejó: ‘¿Si pidieras permiso al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, para tu mujer? Ya que ha dado permiso a la mujer de Hilal Ibn Umeya para que le sirva y le cuide. ’ Dije: ‘No le pediré permiso para eso al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, porque no estoy seguro de lo que diría, siendo yo un hombre joven. ’ Así que permanecí de este modo otras diez noches más, hasta que completamos las cincuenta noches que se prohibió que nos hablaran. Después hice la oración del alba, la mañana inmediata al cumplimiento de las cincuenta noches, encima de una de nuestras casas. Y mientras estaba sentado en el estado que Al-lah, el Altísimo, describió de nosotros, con mi corazón encogido y la Tierra que, en toda su vastedad, se me había estrechado, oí la voz de un sahaba que gritaba desde lo alto de un cerro y que decía con todas sus fuerzas: ‘¡¡Oh Kaab Ibn Málik, alégrate!!’ En ese momento caí al suelo postrado (en señal de agradecimiento) y supe que había llegado la apertura. A continuación, anunció el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, a la gente que Al-lah, Poderoso y Majestuoso, había aceptado nuestro arrepentimiento, después de rezar la oración del alba. Luego, empezó la gente a darnos la buena nueva y fueron a mis dos compañeros. Galopó hacia mí un hombre a caballo mientras que otro de la tribu de Aslama subió a lo alto del cerro. La voz fue más rápida que el caballo y cuando llegó a mí el hombre que oí dándome la buena nueva con su potente voz, le regalé mis prendas de vestir y se las puse por su alegre noticia. Por Al-lah, que aquel día no tenía más ropa que aquella y tuve que pedir prestada otra ropa para ponerme. Me dirigí después hacia el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, y toda la gente se agolpaba para felicitarme y me decían: ‘¡Felicidad para ti porque Al-lah ha aceptado tu arrepentimiento!’ Luego entré en la mezquita y el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, estaba sentado con la gente a su alrededor. Se levantó Talha Ibn Ubaidillah, Al-lah esté complacido con él, y corrió a estrecharme la mano y felicitarme. Por Al-lah, que no se levantó ningún otro hombre de los emigrantes aparte de él sin que a partir de entonces olvidara el hecho de Talha. Cuando saludé al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, me dijo con su rostro radiante de felicidad: ‘¡Alégrate del mejor día que ha pasado por ti, desde que tu madre te dio a luz!’ Le pregunté: ‘¿Es procedente de ti, oh Mensajero de Al-lah o procede de Al-lah?’ Dijo: ‘¡No, más bien procede de Al-lah, Poderoso y Majestuoso!’ Cuando se alegraba el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, se iluminaba su rostro de tal forma que parecía un trozo de luna. Y cuando me senté frente a él, le dije: ‘¡Oh Mensajero de Al-lah, por mi arrepentimiento quiero dar una sádaqa de mi dinero a Al-lah y a su Mensajero!’ Dijo el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz: ‘¡Será mejor para ti que conserves una parte de tu dinero!’ Le dije: ‘¡Todavía conservo mi parte del botín de la campaña de Jaibar!’ Y añadí: ‘¡Oh Mensajero de Al-lah, ciertamente, Al-lah me ha salvado con la verdad. Y de ahora en adelante siempre hablaré con la verdad!’ ¡Y por Al-lah que desde aquel día en que mencioné el hecho al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, no he visto a ningún musulmán al que Al-lah haya otorgado la gracia de hablar con la verdad de la manera que me la otorgó a mí! ¡Y por Al-lah, que desde aquel día no he pretendido mentir a propósito hasta hoy! ¡Deseo, pues, que Al-lah me proteja de la mentira en lo que me reste de tiempo! Dijo: ‘Y Al-lah, el Altísimo, hizo descender la aleya: Al-lah se volvió en favor del Profeta, de los emigrantes y de los auxiliares, aquellos que le siguieron en los momentos de dificultad, después de que los corazones de un grupo de ellos casi se desvían. Después Al-lah se volvió a ellos. Ciertamente, Él fue Clemente y Compasivo con ellos. Y con los tres que se quedaron atrás. La Tierra se les quedó estrecha y también sus propias almas. Y pensaron que ya no habría otro refugio ante Al-lah, excepto en Él mismo. Después Él aceptó su tawba cuando se volvieron a Él. Verdaderamente Él acepta la tawba y es Misericordioso. ¡Oh creyentes, temed a Al-lah y estad con los veraces!. ’ Dijo Kaab: ‘¡Por Al-lah, que Él no me ha agraciado tanto, después de haberme dirigido al Islam, como lo ha hecho otorgándome la veracidad hacia el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz! Y no ser mentiroso con él y perecer como perecieron los que mintieron, ya que Al-lah, el Altísimo, dijo a aquellos que mintieron, cuando hizo descender la revelación, lo peor que a uno se le puede decir: ¡Os jurarán por Al-lah cuando hayáis regresado, para que los dejéis! ¡Dejadlos, pues no son sino suciedad y tendrán el Infierno por morada como compensación a lo que hicieron! ¡Os jurarán para que estéis complacidos con ellos, pero aunque lo estuvierais vosotros, Al-lah no se complace con la gente depravada!’. ” Lo relataron Al Bujari y Muslim. Y en otro relato: “El Profeta, Al-lah le bendiga y le dé paz, salió para la batalla de Tabuk en jueves, que era cuando le gustaba salir. ” Y en otro relato: “Y su regreso lo hacía por el día y a media mañana. Al llegar empezaba por rezar dos rakás en la mezquita y después se sentaba en ella. ”

[Hadiz auténtico (sahih)] [Registrado por Al-Bujari y Muslim]

الشرح

Este hadiz de Ka'b ibn Malik, Al-lah esté complacido con él, en la historia de su ausencia en la batalla de Tabuk, en el noveno año de emigración. Esta batalla fue durante días calorosos, cuando los frutos se madoraron, en este tiempo los hipócritas se convirtieron en amantes del mundo olvidando así de la vida del más Allá, por lo que los hipócritas se retiraron de esta batalla y recurrieron a la sombra, dátles y los demás frutos. En cuanto a los fieles, salieron con el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah desciendan sobre él, y no debilitaron su determinación por la larga distancia o por el amor hacia los frutos ya maduros. Sin embargo, Ka'b Ibn Malik, Al-lah este complacido con él, quien fue de los creyentes sinceros no estuvo presente en esta batalla y sin ninguna excusa, por esto él decía: No dejé de acompañar al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, en ninguna de las campañas que hizo, excepto en la de Tabuk, aparte de haberme quedado atrás en la campaña de Badr por la que no se recriminó a nadie que no la hiciera, ya que salieron el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, y los musulmanes al encuentro de la caravana de los Quraishitas, y Al-lah quiso que se enfrentaran al enemigo sin previo acuerdo. Luego mencionó que estuvo presente con el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, en la noche de Aqaba, cuando le dieron su bayá (promesa de lealtad). Y dijo: no me gustaría cambiar ese día por el de Badr, aunque para la gente sea este último más recordado. En cuanto a haberme quedado atrás en la campaña de Tabuk, puedo decir que nunca había estado tan fuerte y por Al-lah, que antes de ese día, nunca había preparado dos monturas como las que preparé para esa campaña. Era costumbre del Profeta, Al-lah le bendiga y le dé paz, no mencionar la campaña que quería hacer, con excepción de la de Tabuk por su extremada dificultad. Esa campaña la preparó el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, para realizar un largo y penoso viaje, en el que habrían de soportar un fuerte calor. Se enfrentarían a un gran número de enemigos. Les dijo a todos cómo sería la campaña de dura para que hicieran los preparativos necesarios y se pertrecharan debidamente. Por otro lado, el momento era propicio para escabullirse al no haber registro de hombres en libro alguno. Los musulmanes salieron con el Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, y no se quedó atrás además de los hipócritas, más que tres hombres de los creyentes, a saber: Ka'b ibn Malik, Mararah ibn Ar-rabi' y Hilal ibn Umaiya, Al-lah esté complacido con ellos, pero fueron ausentes por un asunto decretado por Al-lah, exaltado sea, en cambio, los hipócritas lo han hecho con la intención de perjudicar a los musulmanes. El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah desciendan sobre él, salió con sus compañeros, eran muchos, y bajaron en Tabuk, sin embarog al-lah no decretó que los dos ejercitos se enfretaran, así que permanecieron durante veinte días en ese lugar. y luego regresaron sin que hubo enfrentamiento. Dijo Ka'b Ibn Malik, Al-lah este complacido con él que se preparó el Mensajero de Al-lah y los musulmanes también se prepararon con él. Yo me levanté temprano para prepararme con él, pero me volví sin hacer nada. Pues, me dije a mí mismo: ¡Puedo hacerlo en cualquier momento! Continué con este planteamiento mientras que todos los demás ya se habían levantado y preparado para la marcha. Así que partieron con rapidez y ya se habían adelantado hacia la campaña, cuando pensé montar y darles alcance. ¡Ojalá lo hubiera hecho! Después no me fue posible. Pues, pensé que si salía al encuentro de la gente, después de la salida del Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, me entristecería el hecho de que no viera a otro en mi misma situación más que por hipocresía o incapacidad. No preguntó por mí el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, hasta que llegó a Tabuk. Y estando sentado con la gente preguntó: ‘¿Qué ha sido de Ka'b Ibn Málik?’ Le contestó un hombre de Banu Sálama, diciéndole: ‘¡Oh Mensajero de Al-lah, le ha retenido su vanidad y engreimiento!’ Inmediatamente, replicó Muádh Ibn Yábal, Al-lah esté complacido con él: ‘¡Mala cosa, lo que has dicho! ¡Por Al-lah, oh Mensajero, que no conocemos de él nada que no sea bueno!’ Al oír esto, el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, se calló y no dijo nada. En ese momento apareció la mancha blanca de un caminante en la lejanía y dijo el Profeta, Al-lah le bendiga y le dé paz: ‘¡Abuljaizam!’ Y efectivamente era él, del cual se mofaron los hipócritas por dar como sádaqa un puñado de grano solamente. Continuó Kaab: Cuando me llegaron noticias de que el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, había salido de Tabuk en caravana y se dirigía hacia aquí, me intranquilicé. Empecé a pensar en la mentira que le diría para escapar a su enojo. Hasta pedí ayuda a la gente de opinión, de entre mi familia, para encontrar un argumento válido. Cuando dijeron que el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, se encontraba cerca y su llegada era inminente, se desvaneció mi falsedad y supe que jamás tendría éxito alguno en ella. Así que, resolví decir la verdad. Llegó el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, a Medina y siempre que venía empezaba por la mezquita. Rezó dos rakas en ella para después sentarse con la gente. Una vez sentado en la mezquita se acercaron a presentar sus excusas y a jurar al Profeta, Al-lah le bendiga y le dé paz, los que se quedaron atrás y estuvieron ausentes en la campaña. Fueron ochenta y tantos hombres y les aceptó las excusas aparentes, fiándose de ellos. Pidió el perdón para ellos y encomendó sus secretos a Al-lah. A continuación llegué yo y se sonrió con una sonrisa airada. Después dijo: ‘¡Ven!’ Me acerqué andando hasta sentarme frente a él y me preguntó: ‘¿Qué te ha impedido ausentarte. Es que no te habías comprado tu camello?’ Le dije: ‘¡Oh Mensajero de Al-lah! Por Al-lah que si hubiera seguido a cualquier otro hombre de este mundo, me habría excusado con él. Sin embargo, no estoy dispuesto a mentir con argumentos falsos, sino a decirte la verdad aunque te enojes por ello. Y afrontaré las consecuencias que se deriven, deseando que Al-lah, Poderoso y Majestuoso, acepte mi arrepentimiento. ¡Por Al-lah, que no hay excusa para mí, de ninguna clase! ¡Por Al-lah, que nunca había estado tan fuerte y tan preparado como para esta campaña!’ Y dijo el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz: ‘¡De momento, esta es la verdad y ahora veremos qué dictamina Al-lah en tu caso!’ Después me siguieron unos hombres de Banu Sálama y me dijeron: ‘¡Por Al-lah, que no te habíamos visto falta alguna anterior a esta. Y has sido incapaz de excusarte ante el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, como lo han hecho los demás. Si lo hubieras hecho te bastaría que el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, pidiera el perdón para ti!’ Por Al-lah, que no cesaron de hacerme reproches, hasta tal punto que pensé volver al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, y desmentirle lo que le dije. Después les pregunté: ‘¿Hay alguien más como yo?’ Dijeron: ‘¡Sí, hay dos hombres más que dijeron lo mismo que tú y les ha dicho el Profeta, Al-lah le bendiga y le dé paz, lo mismo que a ti!’ Pregunté: ‘¿Quiénes son?’ Dijeron: ‘Murara Ibn Rabía Al Amrí y Hilal Ibn Umeya Al Waqifí. ’ Dijo Kaab: ‘Me mencionaron dos hombres rectos y ejemplares que estuvieron presentes en la batalla de Badr. ’ Y el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, prohibió que nos hablaran sólo a los tres de entre todos los que se ausentaron de la campaña de Tabuk sin excusa aparente. La gente se alejó de nosotros y todos cambiaron hasta tal punto que cambió para mí la Tierra. Pues ya no era la misma que yo conocía. Permanecimos así cincuenta noches. En cuanto a mis dos compañeros, fueron a recluirse en sus casas humillados y llorando. Y en cuanto a mí, yo era el más joven de todos y el más fuerte. Salía para hacer la oración con los musulmanes y para dar vueltas por los mercados, pero nadie me hablaba. Solía ir a la reunión que tenía el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, después de la oración y lo saludaba. Y me preguntaba a mí mismo: ‘¿Habrá movido sus labios para devolverme el saludo o no?’ Después, rezaba cerca de él y le robaba la mirada. Cuando yo estaba en oración, me miraba. Y si me volvía hacia él, me esquivaba. Pasó el tiempo y los musulmanes me rehuían. Fui, pues, andando y salté el muro de la huerta de Abu Qatada; era hijo de mi tío y el más querido para mí de todos. Lo saludé y por Al-lah que no me devolvió el saludo. Después le dije: ‘¿Abu Qatada, te pregunto por Al-lah, tú ves que yo quiera a Al-lah y a su Mensajero, Al-lah le bendiga y le dé paz?’ Se calló y le volví a preguntar lo mismo. Se calló de nuevo y volví a insistir en la misma pregunta. Finalmente contestó: ‘¡Al-lah y su Mensajero saben más!’ Mis ojos se cubrieron de lágrimas y me marché por donde había venido, volviendo a saltar el muro. Cierto día, caminaba yo por el zoco de Medina, cuando un campesino procedente de Sham, de los que vienen a vender alimentos, decía en voz alta: ‘¿Quién me indica dónde está Kaab Ibn Málik?’ La gente le empezó a señalar hacia mí hasta que me vio y me entregó una carta del rey de Gassán. Conocía yo la escritura y leí: ‘¡Ha llegado hasta nosotros que tu dueño te ha desdeñado. Te invitamos, pues, a que compartas con nosotros la casa en la que te honraremos y aliviaremos de ese modo tu aflicción!’ Cuando la leí, dije: ‘¡Esta es otra prueba más!’ Me dirigí después hacia el horno de pan, lo encendí y arrojé la carta para que se quemara. Habían pasado ya cuarenta de los cincuenta días, cuando aún no había descendido la revelación sobre el asunto. Después vino un hombre y dijo: ‘¡El Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, te ordena que te apartes de tu mujer!’ Le pregunté: ‘¿La divorcio o qué hago?’ Dijo: ‘¡No, sólo que no tengas relaciones conyugales con ella!’ Envió a decir lo mismo a mis dos compañeros y yo le dije a mi mujer: ‘¡Ve con tu familia y estás con ella hasta que Al-lah dictamine en este asunto!’ Acudió la mujer de Hilal Ibn Umeya al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, y le dijo: ‘¡Oh Mensajero de Al-lah, verdaderamente, Hilal Ibn Umeya es un pobre viejo que no tiene criado! ¿Desaprobarías que le sirviera y le atendiera?’ Dijo: ‘¡No, pero que no cohabite contigo!’ Dijo ella: ‘¡Por Al-lah, que no tiene ganas ni de moverse! ¡Y por Al-lah, que no ha dejado de llorar desde el comienzo de su asunto hasta hoy!’ Alguien de mi familia me aconsejó: ‘¿Si pidieras permiso al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, para tu mujer? Ya que ha dado permiso a la mujer de Hilal Ibn Umeya para que le sirva y le cuide. ’ Dije: ‘No le pediré permiso para eso al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, porque no estoy seguro de lo que diría, siendo yo un hombre joven. ’ Así que permanecí de este modo otras diez noches más, hasta que completamos las cincuenta noches que se prohibió que nos hablaran. Después hice la oración del alba, la mañana inmediata al cumplimiento de las cincuenta noches, encima de una de nuestras casas. Y mientras estaba sentado en el estado que Al-lah, el Altísimo, describió de nosotros, con mi corazón encogido y la Tierra que, en toda su vastedad, se me había estrechado, oí la voz de un sahaba que gritaba desde lo alto de un cerro y que decía con todas sus fuerzas: ‘¡¡Oh Kaab Ibn Málik, alégrate!!’ En ese momento caí al suelo postrado (en señal de agradecimiento) y supe que había llegado la apertura. A continuación, anunció el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, a la gente que Al-lah, Poderoso y Majestuoso, había aceptado nuestro arrepentimiento, después de rezar la oración del alba. Luego, empezó la gente a darnos la buena nueva y fueron a mis dos compañeros. Galopó hacia mí un hombre a caballo mientras que otro de la tribu de Aslama subió a lo alto del cerro. La voz fue más rápida que el caballo y cuando llegó a mí el hombre que oí dándome la buena nueva con su potente voz, le regalé mis prendas de vestir y se las puse por su alegre noticia. Por Al-lah, que aquel día no tenía más ropa que aquella y tuve que pedir prestada otra ropa para ponerme. Me dirigí después hacia el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, y toda la gente se agolpaba para felicitarme y me decían: ‘¡Felicidad para ti porque Al-lah ha aceptado tu arrepentimiento!’ Luego entré en la mezquita y el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, estaba sentado con la gente a su alrededor. Se levantó Talha Ibn Ubaidillah, Al-lah esté complacido con él, y corrió a estrecharme la mano y felicitarme. Por Al-lah, que no se levantó ningún otro hombre de los emigrantes aparte de él sin que a partir de entonces olvidara el hecho de Talha. Cuando saludé al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, me dijo con su rostro radiante de felicidad: ‘¡Alégrate del mejor día que ha pasado por ti, desde que tu madre te dio a luz!’ Le pregunté: ‘¿Es procedente de ti, oh Mensajero de Al-lah o procede de Al-lah?’ Dijo: ‘¡No, más bien procede de Al-lah, Poderoso y Majestuoso!’ Cuando se alegraba el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, se iluminaba su rostro de tal forma que parecía un trozo de luna. Y cuando me senté frente a él, le dije: ‘¡Oh Mensajero de Al-lah, por mi arrepentimiento quiero dar una sádaqa de mi dinero a Al-lah y a su Mensajero!’ Dijo el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz: ‘¡Será mejor para ti que conserves una parte de tu dinero!’ Le dije: ‘¡Todavía conservo mi parte del botín de la campaña de Jaibar!’ Y añadí: ‘¡Oh Mensajero de Al-lah, ciertamente, Al-lah me ha salvado con la verdad. Y de ahora en adelante siempre hablaré con la verdad!’ ¡Y por Al-lah que desde aquel día en que mencioné el hecho al Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz, no he visto a ningún musulmán al que Al-lah haya otorgado la gracia de hablar con la verdad de la manera que me la otorgó a mí! ¡Y por Al-lah, que desde aquel día no he pretendido mentir a propósito hasta hoy! ¡Deseo, pues, que Al-lah me proteja de la mentira en lo que me reste de tiempo! Dijo: ‘Y Al-lah, el Altísimo, hizo descender la aleya: Al-lah se volvió en favor del Profeta, de los emigrantes y de los auxiliares, aquellos que le siguieron en los momentos de dificultad, después de que los corazones de un grupo de ellos casi se desvían. Después Al-lah se volvió a ellos. Ciertamente, Él fue Clemente y Compasivo con ellos. Y con los tres que se quedaron atrás. La Tierra se les quedó estrecha y también sus propias almas. Y pensaron que ya no habría otro refugio ante Al-lah, excepto en Él mismo. Después Él aceptó su tawba cuando se volvieron a Él. Verdaderamente Él acepta la tawba y es Misericordioso. ¡Oh creyentes, temed a Al-lah y estad con los veraces!. ’ Dijo Kaab: ‘¡Por Al-lah, que Él no me ha agraciado tanto, después de haberme dirigido al Islam, como lo ha hecho otorgándome la veracidad hacia el Mensajero de Al-lah, Él le bendiga y le dé paz! Y no ser mentiroso con él y perecer como perecieron los que mintieron, ya que Al-lah, el Altísimo, dijo a aquellos que mintieron, cuando hizo descender la revelación, lo peor que a uno se le puede decir: ¡Os jurarán por Al-lah cuando hayáis regresado, para que los dejéis! ¡Dejadlos, pues no son sino suciedad y tendrán el Infierno por morada como compensación a lo que hicieron! ¡Os jurarán para que estéis complacidos con ellos, pero aunque lo estuvierais vosotros, Al-lah no se complace con la gente depravada!’. Y en otro relato: “El Profeta, Al-lah le bendiga y le dé paz, salió para la batalla de Tabuk en jueves, que era cuando le gustaba salir. ” Y en otro relato: “Y su regreso lo hacía por el día y a media mañana. Al llegar empezaba por rezar dos rakás en la mezquita y después se sentaba en ella. ”

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Tawba (arrepentimiento).